sábado, 1 de abril de 2017

Tras décadas de estudio, podríamos estar completamente equivocados sobre el sexo de los dinosaurios

Si te pusieran una pareja de triceratops vivos delante ¿Sabrías decir cuál de los dos es la hembra y cuál es el macho? La pregunta ilustra perfectamente un problema del que se habla poco en paleontología: en realidad no tenemos ni idea de cómo distinguir un dinosaurio macho de una hembra.

Por supuesto, no es algo de lo que se pueda culpar a los paleontólogos. No es fácil determinar el sexo de un animal extinto cuando solo tienes a mano huesos petrificados hace cientos de millones de años. Lo único que los especialistas pueden hacen es una educada suposición basada en algo que conocemos muy bien: el dimorfismo sexual.

La mayor parte de animales de una misma especie presentan diferencias a nivel fisionómico entre machos y hembras. Los leones son diferentes de las leonas, las arañas hembra a menudo son mucho más grandes que el macho, y los pájaros de género masculino suelen ser más grandes y con diferente plumaje que sus contrapartidas femeninas.

Los leones son un ejemplo típico de diformismo sexual. Foto: Wikipedia
Durante décadas, la ciencia ha aplicado la hipótesis de que las diferencias entre machos y hembras también se aplican a los dinosaurios. Sin embargo, se trata de una conjetura pura y dura. El paleontólogo Jordan Malllon, del Museo de Historia Natural de Canadá, ha publicado un estudio en el que ilustra las dudas sobre la clasificación actual entre dinosaurios machos y hembras.

Mallon no pretende desacreditar a todos sus colegas de profesión, ni tiene una taxonomía propia que ofrecer. Sencillamente quiere llamar la atención sobre el hecho de que no tenemos ninguna prueba concluyente que permita determinar, por sus fósiles, si un dinosaurio es macho o hembra. Simplemente asumimos su sexo en virtud de una serie de diferencias fisonómicas en los huesos, pero podría tratarse de un ejemplar inmaduro o incluso de otra especie completamente diferente.

Titanosaurios. Ilustración: Bogdanov/CC BY-SA 3.0
El paleontólogo pone como ejemplo un vasto estudio sobre restos de protoceratops que confía en algunos aspectos como el tamaño de las caderas o los cuernos en el cráneo. Revisando el estudio se llega a la conclusión de que esas características no bastan para sustentar el dimorfismo.

Todo esto no quiere decir que sea completamente imposible diferenciar un dinosaurio macho de una hembra. Hay algunas características inequívocas, como la presencia de un tejido óseo específico de las hembras que las ayuda a la producción extra de calcio para los huevos. El problema es que ese tipo de tejidos son muy difíciles de encontrar en restos fósiles, y a menudo no se pueden relacionar con otras características. Nos queda, en definitiva, mucho por aprender sobre los reptiles gigantes que poblaron la Tierra durante millones de años. [Paleobiology vía Science Alert]

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