viernes, 3 de marzo de 2017

El aragonés que hablaba de la evolución cuando Darwin no había nacido

En marzo de 1781 el oscense Félix de Azara subió a un buque portugués y partió desde Lisboa rumbo a Paraguay. El lugarteniente, natural de Barbuñales, había recibido el encargo de viajar a Paraguay y Brasil como comisionario para delimitar las fronteras que se estaban disputando España y Portugal en Sudamérica. Aquel viaje, que iba a durar unos meses, se alargó a 20 años de soledad y aburrimiento en los que vivió rodeado de pájaros que nunca antes había visto.

Durante todo ese tiempo, Félix de Azara se dedicó a observar con detenimiento la fauna sudamericana y a tomar notas. También a coleccionar infinidad de ejemplares. Describió más de 400 especies, siendo 200 aún desconocidas. En sus escritos, comenzó a insinuar la teoría evolutiva que Charles Darwin daría a conocer medio siglo después.

A los siete años de su llegada a América, Félix de Azara envió a España más de 100 pájaros en aguardiente a través del conde de Floridablanca, con sus correspondientes descripciones y algunas ilustraciones. Puesto que como naturalista había sido autodidacta, en España no le tomaron muy en serio. El Gabinete Real de Ciencias Naturales, hoy el Museo de Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), desestimó la relevancia de aquellos especímenes, aunque sí valoró sus descripciones y, sobre todo, las ilustraciones que las acompañaban. Algunos de sus manuscritos se conservan hoy en el MNCN.

Al parecer, lo que llevó a de Azara a desarrollar tal nivel de observación fue el aburrimiento, la soledad y el aislamiento. Le sobraba tiempo. Mónica Fernández Aceytuno escribió al respecto:

«El verse de pronto Félix de Azara alejado de todo contacto con la civilización como si todo estuviera en una campana de cristal que sólo pudiera atravesar quien fuera capaz de soportar de soportar la más cruel de las soledades. Porque al igual que el aislamiento favorece la especiación, así diría yo que también sólo al observador desvalido quisiera desvelar la Naturaleza sus más recónditos secretos».

Varios historiadores han investigado la figura del militar y coinciden en la creencia de que Darwin viajaba con un ejemplar de Viajes por la América Meridional que el oscense había publicado a principios del siglo XIX a su regreso de América, tras dos décadas de observación. Todos ellos parten del hecho de que Darwin citara infinidad de veces al aragonés en su obra, especialmente en Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo.

Cuando Darwin estaba a punto de publicar El origen de las especies, Alfred Russel Wallace le envió una carta en la que solicitaba consejo para ultimar los detalles de una investigación que, casualmente, le había llevado a las mismas conclusiones. Desde entonces, ambos están considerados padres del evolucionismo, pero antes que ellos, varios naturalistas y aficionados a la historia natural compartían estas ideas.

Aunque Félix de Azara no fue el único que compartía las mismas ideas sobre la evolución que cristalizaron en la teoría de la selección natural de Darwin, dejó el material sobre la mesa. Antes de que Darwin y Wallace explicaran y convencieran a la comunidad científica, de Azara escribió:

«Si nos fijamos en las semejanzas que se encuentran entre las especies de ambos continentes, vemos que las mismas condiciones naturales crean indistintamente animales agresivos y animales dulces, nueva prueba de que estas disposiciones dependen más de un sentimiento interno que del clima o de otra circunstancia local».

¿Qué provocaba que se dieran especies tan parecidas en lugares tan distantes y aislados? Quizá fue a la hora de responder a esta pregunta donde Darwin encontrara su mayor carencia. Mientras que Azara, que no llegó a renegar del creacionismo, hablaba de creaciones simultáneas, Darwin creía en pasillos intercontinentales a través de los cuales habrían podido desplazarse varias especies.

De Félix de Azara se ha dicho que inspiró a Darwin e incluso que este ‘copió’ sus planteamientos; un exceso teniendo en cuenta que varios naturalistas de la época, incluido el abuelo de Darwin, compartían las mismas ideas que el lugarteniente español a tal punto que Darwin y Wallace llegaron a las mismas conclusiones a la vez. Quizá se trate de un exceso patriótico, teniendo en cuenta que Azara sólo era un militar aficionado a la historia natural.

Juan Pablo Martínez Rica escribió que «se ha llegado a decir que sin la contribución de Azara, Darwin no habría podido enunciar su teoría de la evolución, y con similar falta de fundamento se ha llegado a calificar a Azara como ‘el Darwin español’». Sin quitarle mérito, Martínez Rica considera que las ideas del oscense tienen «más valor como anticipo del desarrollo de la ciencia biogeográfica o de la genética, que de la teoría evolutiva».

No obstante, el profesor de Biología y Geología Manuel Buil, galardonado con el premio Félix de Azara en 2002, considera que además de haber contribuido, sin pretensiones, «al desarrollo de la biogeografía y de la biología evolutiva» sí habría influido en la teoría evolucionista «tanto por sus observaciones directas y objetivas sobre el terreno, como por sus deducciones, asombrosamente adelantadas, dado lo limitado de sus conocimientos biológicos».

Durante 20 años recorriendo Sudamérica, Félix de Azara destacó como etnógrafo, geógrafo, ingeniero, militar y naturalista. En 1815 regresó a Barbuñales, donde había nacido, y allí revisó y corrigió hasta su muerte todo lo que había escrito en América.

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